6.- A los catorce años es admitido en el oratorio de Valdocco en Turín donde permaneció tres años. Allí conoció a don Bosco que influirá de manera decisiva en su vida y en su obra. Logró el privilegio de que le confesara y después de preparar tres cuadernos de pecados, don Bosco los rompió y le dijo: “siempre seremos amigos”. En el oratorio, de rodillas, ante un gran cuadro de María Auxiliadora consagra para siempre su pureza a la Inmaculada.
7.- En Valdocco, Luis no sólo se encuentra con don Bosco sino también con la Auxiliadora. Ante su imagen el joven se postró y rezó muchas veces. La estatua de María Auxiliadora fue realizada por don Miguel Cattaneo, capellán del hospital y canónigo de la Colegiata de santa María de Pontecurone, quien la regaló a don Bosco para el nuevo santuario en Turín. Posteriormente, el rector de los salesianos la donó a los orionistas para el seminario de Frómista, donde permaneció hasta el cierre del mismo en el año 1996, fecha en que la imagen fue trasladada al Centro don Orione de Posada de Llanes donde se encuentra actualmente.
8.- El primer milagro obrado por don Bosco tras su muerte fue en favor de Luis Orione. Al fallecer don Bosco su cuerpo fue expuesto en la iglesia de San Francisco de Sales para su veneración. Luis fue uno de los jóvenes encargados de poner en contacto con el sagrado cuerpo los objetos que traían los fieles. A Luis se le ocurrió cortar trozos de pan, acercarlos al cuerpo del santo y dárselos a los enfermos. Al trocear el pan, se cortó el dedo índice. Sintió un gran temor porque sin ese dedo no podría ser sacerdote, así que corrió a poner en contacto su dedo con la mano de don Bosco, curándose éste al momento.
10.- Para pagar la pensión del seminario, Luis trabajó como sacristán en la catedral y vivía en una habitación en la parte más alta de la misma. Un día se encontró con el niño Mario Ivaldi, que estaba llorando y había decidido no ir más a la catequesis. Luis lo consoló, lo llevó a su habitación y le dio él la catequesis. Después de Mario Ivaldi, que sería el primer miembro del Oratorio festivo, llegarían más chicos. La habitación del joven seminarista se convirtió en escuela, espacio de estudio, lugar de recreo… En la Semana Santa los llevó a la Iglesia del Crucifijo donde los consagra ante el santo Crucifijo.
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